La televisión prendida de fondo, la computadora encendida y en uso, el celular al lado de las piernas y algunas hojas impresas sin leer desparramadas por ahí. Mas o menos esa fotografía podríamos imaginarnos de un miembro de la generación post alfa.
¿Cuánto tiempo pueden hoy los chicos prestarle atención una hoja de carpeta o de un libro? Salvo aquellos amantes de la lectura (que hoy son pocos) puede percibirse que dadas las características del cerebro post alfabético, los tiempos de concentración son mínimos. Es por eso que quien se dedique a la enseñanza debe encontrarle alguna alternativa a las dinámicas, para captarles la atención a los chicos que fácilmente pierden el foco, dado que necesitan mensajes sencillos y decodificables de manera instantánea. Marazzi, un economista italiano plantea que la sociedad de hoy padece una forma de dislexia, que lleva a la incapacidad de leer una página entera, mantener la concentración o seguir un pensamiento lineal.
Los tiempos de la modernidad son muy distintos. Según Franco Bifo, hay un desfasaje que provoca la comunicación transformándose en un proceso asimétrico, en donde hay una relación anormal entre el ciberespacio y el cibertiempo.
A raíz de todo esto, se generan patologías en la mente contemporánea. Para estos problemas existen “soluciones” farmacológicas como el Ritalín, Zoloft y Prozac (entre otros) que tiene como consecuencia directa el aumento proporcional de la desesperación, la ansiedad, el deseo de matar o de morir.
Aquí es donde entra el cuestionamiento del consumismo que se impone hoy. El mercado busca la infelicidad de la población, porque esto, trae directamente la búsqueda de mejorar ese estado. Una población feliz no se dejaría atrapar por la productividad, entonces que mejor que generar desesperación, ansiedad o infelicidad mediante los veloces tiempos que imponen las nuevas tecnologías.
Según Bifo, surgen dos estrategias para atravesar esta situación, una es la upgrading, que implica adecuar el cuerpo humano a la insósfera hiperveloz y la otra es la sustracción, que implica alejarse del torbellino, algo que sólo pueden hacer pequeñas comunidades.
Parece ser que la única estrategia que puede aplicarse es la de Upgrading. En donde el hombre se adecúe a estos ritmos que alcanzan la velocidad de la luz. Se crea entonces un Activismo Mediático, donde las agencias de comunicación global son capaces de influir directamente sobre las formas de vida, porque los seres humanos mismos se entregan a que así sea.
Cada vez tenemos menos capacidad de interpretar la información, de poder racionalizarla y de poder discernir entre lo que “nos posibilita ampliar y mejorar el pensamiento” como diría Ennzensberger y entre la información que existe para inyectarnos una idea con un mensaje de simple decodificación.
Esta en nosotros elegir qué postura tomar y luchar para que la otra no nos domine.
Por Jazmin Beccar Varela
Me gusta pensar que, al menos, soy un poquito feliz; según tus palabras, respaldadas por los postulados de Franco Berardi "Bifo", una sociedad feliz - y desprendo de ahí un individuo feliz, por una relación simple, quizás incorrecta - no necesita del consumismo exacerbado, casi irracional, del mundo capitalista. Un individuo feliz (como mínimo un poco feliz), yo, no se ve abocado al monstruo de la productividad insaciable.
ResponderEliminarSiempre tuvo que ser así, consumir por necesidad, aquello que realmente hace falta para una vida buena, una vida igual, una vida mejor, la que cada uno decida. Pero, tristemente, hay una cosa inevitable: ya no podemos escaparnos de consumir indefectiblemente signos, mensajes, que nos bombardean sin cesar.
Eso ya no es cuestión de felicidad o infelicidad, es cuestión de exposición y desigualdad de condiciones en relacion a los emisores, productores de mensajes. Ya perdimos cuando, como muy bien dices Jazmín, la comunicación se volvió asimétrica; nuestro cuerpo, organismo, mente, no pueden alcanzar los ritmos semióticos de la esfera massmediática de hoy.
Y digo, no nos volvamos locos, sepamos de nuestra limitación y de las intenciones de nuestro entorno, no queramos correr. Que la locura no vaya irremediablemente ligada a nuestro día a día y, como bien comentas, que nunca perdamos lo más preciado, nuestra mente.